¿Puedo cambiar mi forma de ver la vida?

No somos estáticos. Seguro que todos coincidimos que la persona que hoy somos, no es la misma que la que éramos hace un tiempo. Nuestras mochilas cargadas de nuestras experiencias, nuestros aprendizajes, nuestras aspiraciones y creencias, y además repletas de muchos recuerdos del pasado, son las que nos van moldeando. Cuando pensamos que un algo externo es lo que nos guía, nos dirige, nos lleva a tomar una u otra decisión, ese algo es nuestro ego. Cuando sentimos que cada momento nos llena, nos da una experiencia sin esperar una razón, y nos impulsa con confianza hacia delante, ese es nuestro yo.

Somos homeostáticos. Toquemos lo que toquemos en lo que compone nuestro triple vértice: cognición (mente y lenguaje), emocionalidad (emociones y estados de ánimo) y corporalidad (biología y cuerpo),  hará que el resto se reajuste para buscar lo que a cada uno le dé más sentido. Por lo que cada vértice nos ayuda en nuestra evolución.

Cuando comenzamos a darnos cuenta de que son nuestros juicios del mundo que nos rodea, los que hablan por nosotros, será en ese momento cuando empecemos a dar forma a la aceptación de lo vivido, de lo que creo que soy, tanto si me gusta, como si no. Aceptando puedo trabajar mis perdones pendientes. A la vida …cuando creo que me ha tratado mal, a esa persona… que fue injusta conmigo y yo no me lo merecía, a la sociedad…. que no me da oportunidades…El perdón es aceptar a cada uno y a nosotros mismos, con nuestras limitaciones, capacidades e incompetencias. Confiar en que, generalmente, las personas lo hacen lo mejor que saben. Perdonar y pedir perdón, son dos actos diferentes. El que no perdona es el que se esclaviza, pues el otro no perdonado, puede haberse desentendido de esa situación que nosotros consideramos injusta. El que no se perdona a sí mismo, cultiva la culpabilidad y la buscará en su visión del mundo. Pues el juicio que nos limita y no nos deja avanzar, es ese que nutre a las emociones que nos incomodan como el miedo y la tristeza. Detrás de una emoción, hay un juicio.

La confianza la trabajamos entendiendo que confiar en alguien no es que el otro haga las cosas como yo creo que las tiene que hacer, sino  que las haga lo mejor que sabe o puede. Es confiar en sus recursos (cada uno trae una mochila diferente) y que desde su visión del mundo actúe. Cuando dejamos espacio a la acción, tanto al otro, como a uno mismo, es cuando comenzamos el cambio.

La forma en la que vemos el mundo es solo una forma más de verlo.